LA MAGIA DE TU OLVIDO

En ocasiones quisiera recordarte. Saberte pleno de las luces que regalas a la vida. Verte sereno, encendiendo el cigarro del encuentro con tu magia, esa en la que te envuelves para ofrecerte a los demás. Esa magia de color nácar  que vinculas a los  corazones  de quienes se atreven a mirarte más allá de tu figura; esa que enamora las enaguas de las miserias ajenas perfumándolas de dignidad. La magia de un Alma noble empañada de lágrimas de dolor alojado en lo más hondo y sepultado en tu deseo de su olvido.

Esa magia que te niegas a ti mismo por miedo a saberte merecedor de los dones con los que te engalanas para enamorar.  Quizás, si salieses de tu concha de mentiras, descubrirías tu capacidad de enamorar la verdad con el silencio de tus palabras, con tu mirada sellada de reclamo de cariño y comprensión, el que, casi siempre se te niega, cuando enseñas el disfraz de la maldad y la perversión. 

Te he querido tanto que se que te querré siempre aunque no te recuerde ni te sueñe. Te he querido tanto que te quiero glorificado por el perdón que te concedes y te regalas, ahuyentando las sombras de la miseria personal en la que te instalas porque no sabes a quien pedir consuelo. Ni siquiera sabes que puedes reclamar  caricias no soñadas y amores fundamentados en la fuerza de la verdad. 

Te he querido tanto, tan profundamente, que, olvidado tu nombre, olvidados tus besos y tus caricias, olvidados nuestros abrazos sin nombre, no quiero olvidar desearte te impregnes de tu magia nacarada, revestida de sueños de mil colores, en los que la paz sea compañera de la alegría y tu baile de vida se acompase con la nobleza que tras tu disfraz escondes.

Igual de cierto  que la noche sucede al día y el día sucede a la noche, tan cierto es que sabía que la fuerza del perdón se alojaría en mi seno, recordando que, al igual que te he olvidado y no te recuerdo, posees un alma  noble aunque te empeñes en empañarla con esas mentiras tras las que te escondes.

Tres años hace que me invitaste a bailar la vida; tres años amargos en los que tu música me encadenó al abismo de la amargura, pero,  hoy observo lo bien que marco el paso, y sigo los acordes de solfeo que me invento, eligiendo de pareja el aire fresco mientras mis pies me deslizan por la vivencia de mi libertad. 

Como dije, en ocasiones quisiera recordarte, más para recordar la belleza de tu alma he necesitado el olvido de tu recuerdo.

Sherezade