Buscar este blog

27 junio 2010

TETUÁN, mi tierra



Me gusta esculpir en la noche sueños infantiles, aquellos con los que soñaba de niña cuando la vida era rosa y el cielo azul, muy azul, ese azul tan especial de la tierra donde nací. Bolita, el azul de Tetuán no se puede imaginar si no se ha vivido allí, porque no sólo es un color, es una ilusión de colores, olores, y sabores. Es una mezcla peculiar, mucho, acompañada por los sonidos del Almuecín  llamando a la oración de los musulmanes. Y todas esas cosas se reflejan en el cielo, por eso es tan especial. Pues como te decía, en esa tierra mía donde me tocó nacer, tierra hija del Mediterráneo, vivíamos mucha gente que más tarde la vida se está empeñando en demostrarme que somos muy diferentes. Pero no es verdad, en serio, que te lo digo yo. Mira, mi primera amiga se llamaba Rammi, y era una niña hebrea que tenía el pelo muy rizado y cuando llegaba la Navidad ella y sus hermanos venían a jugar y divertirse a mi casa, aunque sus padres no, y en las fiestas hebreas, era cuando mi hermano y yo íbamos a su casa, pero no iban mis padres. Pero no es que estuviesen enfadados, no, luego supe que eran fiestas religiosas y en algunas sólo nos mezclábamos los niños. Y también recuerdo una amiguita mora que se llamaba Marian, con unos ojos negros enormes y vivía en el barrio de la judería, sí, he dicho judería, porque que yo recuerde, había allí vivían españoles, entre ellos mi abuela, en una casa que le decían "La casa Santa" porque en ella se dió la primera Misa en Tetuán. Ya ves, una liturgia católica  en la judería. Y hasta donde yo sé y luego me han contando pues vivíamos todos mezclados y a mí me parecía muy normal cuando iba por la calle ver las mujeres vestidas con unas túnicas enormes que sólo les dejaba ver los ojos negros, porque todos eran negros y grandes, y hombres de traje y corbata junto con otros los que llevaban chilabas y turbantes sobre la cabeza, o unos gorros de color rojo de los que colgaba una borla que a mí me llamaba la atención sólo por el color. Y los católicos teníamos nuestra Iglesia que se llamaba Nuestra Señora de las Victorias, que aquí en Madrid hay una réplica exacta en el barrio de Tetuán, que por algo tiene ese nombre. Verás Boly, para serte sincera, lo único que recuerdo raro es que los Reyes Magos no le traían juguetes a mis amigas, pero a ellas no les importaba al parecer, y luego supe que esos Reyes a los que sigo adorando todas las noches del cinco de enero sólo visitan a los niños católicos, y no a todos porque muchos se quedan sin regalos.

Ya sé, ya sé que tú ni sabes ni te importa que es un hebreo, que es un moro, que es un católico, que es la liturgia, aunque no me engañes porque sé que te gustan los Reyes Magos porque te traen golosinas de las tuyas y pelotitas que te encantan, pero quiero hacerte comprender que lo que no comprendo es como cuando yo era pequeña allá en mi tierra gente tan diversa vivían felices y en paz todos mezclados, creyendo en dioses distintos, con idiomas y costumbres muy diferentes pero que lo compartían todo y sin embargo, ahora, se pueden negar hasta un vaso de agua. ¿ Sabes Bolita? Lo he meditado mucho y he llegado a la conclusión de que no es el idioma, ni la religión, ni las costumbres lo que nos  hacen diferentes a las personas, sino que constituyen el instrumento subliminal de los políticos para sembrar el odio de la intolerancia en muchos corazones. Por eso, mi niño, me gusta recordar mis recuerdos infantiles, y el azul del cielo de mi tierra, reflejo de la tolerancia y el respeto que han desaparecido del camino.

Ahora vamos a soñar, tu que juegas en el parque con tus amigos de otras razas con los que sólo te enfadas si te quitan la pelota, y yo que juego con Rammi y Marian, hebrea, mora y yo la  cristiana;  tres niñas, según parece, tan diferentes, pero que compartíamos las mismas risas, lágrimas e ilusiones sin importarnos nada más, quizás, porque nadie nos enseñó que éramos distintas.

Sherezade

04 junio 2010

EL VIENTO



Hoy me he descubierto hablándole al Viento. Quién mejor para difundir mis palabras cautivadas. Quién mejor que él para conseguir que las oiga quien yo quiero, porque no existen obstáculos para el poderoso dios Eolo,  quien penetra donde quiere sin reparos de vergüenza y al que he pedido, que cuando a ti llegue, se convierta en suave brisa que susurre en tu corazón tantas palabras en su momento calladas, y que por no dichas, tanto daño nos hicieron. A ambos: a ti y a mí, porque no olvides que fueron dos los corazones yertos, dos las vidas despojadas de cariño y de consuelo. Dos, no lo dudes, y un sueño común de vida matado en el crudo invierno, enterrado en la tierra helada, sin señal que lo recuerde, como si el que durante tantos años fue la luz de nuestras vidas no mereciera nuestro llanto de tormento, ni el germinar el brote de flores en primavera, ni siquiera pervivir en el recuerdo. No podemos visitar su sepultura, porque disparando nuestra rabia olvidamos donde lo abandonamos. Quizás, simplemente, consentimos que lo disipara el viento.   
Dos corazones que callan cuando el dolor es inmenso, cuando la soledad ahoga las ilusiones nacidas, cuando no gritan pidiendo al otro consuelo, porque ese otro no escucha, porque es más cómodo el refugio del silencio, porque si se habla se muere, terminan muriéndose ellos, y su amor, y su vida, y su ilusión compartida aún en silencio.
Y, ya ves, por callar casi me muero, y para salvarme yo, abandoné nuestro sueño, y mi casa que es tu casa, y tu vida, nuestros árboles, nuestro pequeño. Me fui. Necesitaba volar, posarme en las cumbres altas, sumergirme  en otros mares, escuchar risas de amores, vivir amores sin pautas, sentir que era querida, sentir que era escuchada, que mis palabras no herían, que mi risa no incordiaba, que mi vida era una vida marcada por la esperanza, en la que cualquier palabra del corazón no se juzga, se valora, se acaricia, se atesora, y me fui, arriesgando lo seguro por los sueños desatados de Amor, de Vida o de Nada.
Por eso dejé mi casa, tu casa, por eso me separé en silencio, porque de tanto callar olvidé  cómo se habla  y así me fui, sin poder decirte nada. Tanto callar emociones enmudecieron mi alma,  y mi adiós fue tu sorpresa, tu dolor, tu rabia, y no dudes que la mía, que aún tanto dolor me causa, porque aprendí de tus labios el silencio, de tu coraza la impotencia por atravesarla, de tu soledad la mía, de tu apatía la rabia, esa que agitó mi cuerpo, esa que remolcó mi Alma, y me alejó de tu vida, de la mía, de mi niño, del cerezo, de mis lilos, de mis sueños, de mi casa que es tu casa. 
Quizás el viento consiga, en la noche, penetrando en tu morada de sueños, atravesar tu armadura y  escuches tantas palabras calladas que aprisioné sin sentido, y que rompieron mi sueño, el tuyo, el nuestro, y quiero que escuches alto, que te lo grite el Viento, que contigo aprendí tanto, de Amor, de Vida de Sueños, que adoraba tu existencia, que deseaba tu encuentro, que si hubieras escuchado alguna de esas palabras, quizás yo, no habría soñado con otros sueños y seguiría en mi casa, que es tu casa y en tu huerto de silencios.

Sherezade