“Ya ha y un español que quier vivir y a vivir empieza
Entre una España que muere y otra España que bosteza.
Españolito que vienes, al mundo te guarde Dios
Una de las dos Españas, ha de helarte el corazón.”
( Antonio Machado)
“In memoriam de todos los que fuisteis asesinados por desalmados el 11 de marzo de 2004.”
Escúchame Bolita, escúchame como sólo tu sabes hacerlo, en silencio y atento a mis palabras y con esos ojazos negros que me admiran como si fuese una diosa. No se si recuerdas aquel 11 de marzo de 2004 en el que nuestra ciudad de Madrid se despertó con el horror de la muerte que acudió victoriosa para arrancar la vida a cientos de personas, tan inocentes como anónimas, personas que comenzaban su nuevo día trasladándose a su trabajo, a sus estudios, a su cotidianidad en definitiva, e imagino que abstraídas en sus sueños y esperanzas, en sus problemas y pesares, pero en todo caso, arropadas con la valentía de vivir la vida, esa misma vida que les fue arrancada de cuajo por las bombas que programaron unos humanos sin alma y nulo cerebro a cambio de la recompensa de disfrutar del paraíso eterno.
Si alguna vez he amado esta ciudad fue ese día. El aire que respirábamos los madrileños nos ahogaba con el dolor y la impotencia pero nos insuflaba el ardor de la solidaridad y de la unión. El 11 de marzo de 2004 todos los ciudadanos nos transmutamos en uno sólo; manos desconocidas acariciaban al desconocido cercano que lloraba sin consuelo; palabras de amor y de ira se cruzaban en cada recodo, en cada esquina, en cada plaza. La noche amarga quedó iluminada por miles de velas depositadas con tanto amor que su luz cegaron las de las estrellas del firmamento. Aquel 11 de marzo, mi niño, los madrileños entregamos conscientes nuestras almas para abrazar a las que tan cruelmente nos habían robado.
Al día siguiente todo Madrid nos apretujamos entre la Plaza de Colón, Atocha y todas la calles aledañas. La manifestación por fuerza se transformó en concentración porque nadie podía avanzar, y Bolita, no te imaginas como lloraba el cielo, enlutado de negro, como descargaba sus lágrimas sobre las miles de personas que allí nos congregamos en un respetuoso silencio; estábamos tristes y noqueados pero no vencidos aunque nos mordíamos la rabia que nos quemaba las entrañas. Estábamos todos, o casi todos, pero tan unidos que hasta el miedo había huido aterrorizado. Ese día Bolita, me sentí muy orgullosa de ser madrileña.
Pero mira por donde a los tres días de la tragedia se votaba en elecciones generales, y, los muertos aún calientes, fueron utilizados para recriminaciones de los que se empeñan en perpetuar las dos Españas, porque unos ganaron y otros perdieron y desde ese momento, las víctimas se convirtieron en moneda de cambio de los reproches y lloros entre perdedores y ganadores políticos, olvidando que los que realmente perdieron fueron los muertos, sus familias, sus amigos, y los millones de desconocidos anónimos que ese 14 de marzo acudimos a las urnas, desangrados por dentro, y convencidos de que con independencia del resultado, todos habíamos perdido e ignorantes de que el resultado de las urnas iba dejar al descubierto la autenticidad del dolor que más les dolía a algunos: la pérdida del poder a unos, a otros la alegría de conseguirlo.
Sólo siete años han pasado de aquel brutal asesinato; siete años robados a las vidas destrozadas, pero es tal la desfachatez de nuestros políticos, quienes con cara de circunstancias y su ausencia de escrúpulos por bandera, se valen del 11M para hacerse una foto más, pero esta vez, se han retratado por separado: los de la “derecha” y los de la “izquierda” con los presidentes de las múltiples asociaciones existentes de víctimas según ideologías, pero todos juntos, eso sí, aprovechándose todos de la desgracia de los muertos, a los que interesa mantener “vivos”, con el fin de mantener montado el chiringuito del que viven muchos vivos a su costa, desde el que se hace politiquilla de tres al cuarto, de esa que nos tenemos que tragar aunque nos provoque vómitos porque el poder lo tienen repartido, atado y bien atado, entre todos ellos, entre tanto estómago agradecido, entre tanta ignominia y ausencia de vergüenza que es un palabra que tengo que comprobar si sigue existiendo en el diccionario dado su desaparición de la vida pública en general.
Mira peludo, escúchame bien porque esto que escribo tiene el valor de últimas voluntades y quiero que reclames mi deseo y lo defiendas con tu vida si es necesario. Si por desgracia para mí y para el mundo en algún momento llego a ser una de esas víctimas, de las de verdad, de las que mueren en un acto de violencia , prométeme o mejor júrame, que no permitirás que mi nombre ni mi muerte sea utilizado por nadie ajeno a mi entorno, y que morderás inmisericorde y demandarás a cualquier político o medio de comunicación que pretenda hacer beneficio y noticia con mi desgracia y la tuya. No quiero que llegue el caso, pero si tuviese que tocarme esa desafortunada suerte, te dejo escrito lo que quiero que les digas solamente, y es que, atreviéndome a enmendar por las circunstancias a nuestro Antonio Machado,
soy una españolita a la que no una, sino las dos Españas, hace tiempo le helaron
su corazón.
Y a lo que hoy me uno y con dolor es al recuerdo sincero de todos los que fueron asesinados y heridos aquél fatídico 11M y ,como no, a sus seres queridos , y también me uno al de todos aquellos madrileños, españoles y ciudadanos del mundo a los que les duele la ignominia cometida sin esgrimir el acto cruel para monopolizar un daño que lo miden por la jerarquía de sus poltronas políticas y el poder y beneficio que ello conlleva.
Así somos en muchas ocasiones los seres humanos, perrito mío, así de falsos, crueles y desalmados.