La aurora aún no se ha levantado. Se acurruca perezosa arropada por estrellas de colores cuyas luces se disuelven en la entrada de su noche.
Mientras yo, insomne, maquino una vida nueva sin tu nombre.
Imagino los sonidos de la vida sin tormento y reflejo en el espejo muecas de expectantes sonrisas. Aún tímidas, pero existentes. Mi presente se adueña de mi pasado y lo demuele sin compasión. Abandera el triunfo conseguido sobre estos dos años de horror, siniestros y oscuros, en los que erré en todo como la paloma del poema. Erré por creer en palabras sin prestar atención a los hechos; erré por confiar en tu alma cuando has demostrado no poseerla; erré por creer tus mentiras cuando las justificabas desde tu mente repleta de maldad. Erré al entregarte el amor que reclamas como un niño, pero al igual que un chiquillo, cuando lo obtuviste, jugaste hasta cansarte, arrinconándolo con el resto de amores juguetes hasta que te encaprichabas de él nuevamente y lo sacabas del armario de tus antojos, dándole caricias y mimos hasta el hastío, que era pronto más bien, pero, con esas caricias y mimos de niño malcriado, alimentabas mis sueños, mi amor, mi deseo, mi pasión……..y sin que pudiera entender como, de nuevo, lo lanzabas al baúl de tus juguetes, eso sí, habiéndote asegurado de que mi corazón, aunque maltrecho de tanto daño, aún latía, tímidamente, pero latía, aunque sólo fuera por la ilusión de que, en otro momento, desearas saber de él.
Y hoy te digo que sigue latiendo.
Eso sí, lejos de tu cajón de juguetes intangibles lleno de corazones muertos, y lamentos de los que permanecen vivos. Lejos de tus manos destructoras y más lejos aún, de tu enfermiza mente que sueña con el afecto sabedor de tu impotencia para disfrutarlo. No puedes hacerlo, en ningún sentido, y quizás por eso te vengas en mujeres vulnerables que te aseguran el triunfo de conquistar su cariño desconociendo el alto precio, de dolor y enfermedad, que tú impones a cambio de mentiras de Amor, precisamente tú, que envuelto en el áurea del juramento hipocrático mercadeas con la confianza que se deposita en ti.
Y quizás, entre estas letras alguien crea adivinar despecho pero ambos sabemos que no es así. El despecho se nutre de la esperanza por recuperar lo perdido. Y me libre Dios de tal desgracia ahora que te he lanzado al camino de mi olvido.
Y hoy te digo, que mi corazón late fuerte, cada vez más. Porque el tiempo y la distancia sitúa las cosas en su sitio. Y donde había tinieblas ahora existen luces blancas, de amor, de vida, de esperanza.
Erré y mucho. Pero, tanto errar tiene sentido cuando el maltrato es la norma y la excepción el respiro.
¡Te he vencido mi señor! Refúgiate en tu castillo de mentiras y tormentos, que en mi palacio comienza la fiesta de mi Vida, a la que no estás invitado.
Sherezade