Escribió Juan Ramón Jiménez, en El Sol, sobre la Elegía escrita por Miguel Hernández tras la muerte de su amigo Ramón Sijé en la Navidad de 1935, el siguiente comentario: "En el último número de la Revista de Occidente publica Miguel Hernández, el extraordinario poeta de Orihuela, una loca elegía a la muerte de su Ramón Sijé y seis sonetos desconcertantes. Todos los amigos de la poesía pura deben buscar y leer estos poemas vivos... Que no se pierda en lo rolaco, lo católico y lo palúdico... esta voz, este acento, este aliento joven de España."
Boly, mi niño, hoy quiero hablarte de un gran poeta y mejor hombre: Miguel Hernández. Ese libro que me ha acompañado a todas partes los últimos días de José Luis Ferris ( Pasiones, cárcel y muerte de un poeta) trata de ese hombre tan especial. Este año es el centenario del nacimiento del poeta, y estamos colmados afortunadamente de homenajes a su memoria. Por mi parte, esta mención, es el muy particular que yo le hago, admiradora incansable de su obra.
Miguel Hernández murió en la cárcel durante la postguerra española, murió de dolor y rabia que yo lo sé, murió por las tres heridas, la del amor, la de la vida, la de la muerte como el mismo escribió. Tengo que agradecer a Serrat que me lo descubriera cuando era niña pues en aquella España rancia y oscura de mi inicio de adolescencia se pasaba de puntillas sobre este poeta tan enorme. Pero, llegó Serrat, y ni lo rancio ni lo oscuro pudo con la fuerza de aquellas canciones con las que aprendí las letras de los poemas de Miguel Hernández, letras y música que mis amigas y yo coreamos una y mil veces a los acordes de mi hoy empolvada guitarra. Pero ¿Sabes Boly? Tuve que crecer y mucho para saborear la profundidad de esas letras, así como también tuve que crecer para admirar el valor de esos poemas, nacidos de un hombre del pueblo llano al que el destino le negó una formación esmerada.
Aunque me veas leer poesía no soy ninguna entendida, pero sé que la técnica de Hernández se pone en entredicho por los expertos en la materia.
Más de lo que sí entiendo son de mis emociones al palpar la aflicción del poeta, resentido con la vida y con la muerte, cuando, ante la partida de su amigo, su dolor afiló la mina del lápiz de su alma y dedicó este intenso y descarnado poema a Ramón Sijé, su amigo del alma a pesar de sus ideologías tan opuestas.
Este poema nos demuestra y nos regala la grandeza humana de Miguel quien siguió amando a su amigo con independencia de haber elegido cada uno, caminos tan opuestos en sus creencias y pensamiento.
No quiero saber de destrezas semánticas, ni me importan. Me basta y me sobra en todo caso, tanto amor que, con su espontaneidad al escribir, el poeta desparrama y con el que me inunda el alma, colmándome de caricias de vida y el anhelo de sembrar tal calidad de amor y cariño en y para mis amigos.
Gracias a ambos, por tanto: Miguel Hernández y Joan Manuel Serrat.
Déjame abrazarte Bolita mientras escuchamos juntos la canción de esta Elegía porque sé que volveré a romperme de emoción por enésima vez cuando la escuche.
Sherezade
(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
con quien tanto quería.)
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada
,
temprano estás rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta
,
no perdono a la tierra ni a la nada.
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.
Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.
Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero