Después de tantos años, he decidido abandonarte para siempre, encerrarte en el baúl de mis recuerdos con el firme propósito de sobreponerme a toda evocación de nuestros buenos y malos momentos que hemos compartido cuando el cuerpo y la mente me quieran tiranizar para que recuerde todo el placer que me has proporcionado.
Ahora me doy cuenta de lo muchísimo que he creído necesitarte; ahora compruebo que el fervor que me has generado es por tu condición intrínseca de droga dura y perversa que ha anulado mi voluntad para posponer el adiós que ahora te regalo.
Sé con certeza que me perseguirás durante mucho tiempo pero es una decisión razonada y sentida, tomada con alevosía porque hasta el día ha sido elegido para desterrarte de mi vida, para soltarme y alejarme de tus garras encubiertas, de tus caricias engañosas, de un placer imaginado, de tu compañía y tu consuelo perenne y que yo creía sería por mi parte perpetuo.
La verdad, nunca creí que pudiera abandonarte; me has gustado y te he deseado como a nada. Y sé de antemano que te añoraré siempre, que tendré que fortalecer mi voluntad para no escuchar tu llamada que será continúa buscando mis momentos más vulnerables para insistirme en que volvamos a estar juntos. Eso lo sé, tanto como mi convencimiento de tu fidelidad hacía mí y que estarás esperándome por siempre por si cambio de opinión.

En todo caso no me parece justo echarte todas las culpas de nuestra ruptura, porque al fin y al cabo, has sido mi compañero fiel durante muchísimos años. Y quiero que sepas que este final no se debe a las presiones externas, sino a mi rebeldía ante tanta hipocresía que se genera en torno a ti. Dejar de disfrutarte implica también el no seguir el juego de avaricias, engaños y mentiras que, en torno a ti, se ha creado. No eres bueno, no, pero hay muchas cosas igual o más perniciosas que tú, que alimentan mi vida y, sin embargo, se fomenta su presencia.
Te he adorado, sí; te he deseado, sí, y lo que es más grave, te he necesitado. Y seguro que te seguiré deseando y recordando el resto de mis días, pero lo que es quererte y necesitarte, desde ahora, te digo, que no será así.
Por experiencia soy de las que creen que se puede morir por amor, pero, morir por un querencia malsana, es una estupidez que no me podría perdonar jamás.
Sherezade