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30 marzo 2011

EL PATITO FEO



Escúchame Boly, escúchame aunque sea por compasión porque esto que te cuento no lo quiero hablar con nadie más. Cómo entre tus miles de virtudes tienes la de saber guardar secretos, y sé que no confesaras lo inconfesable ni bajo amenaza de tortura, con el fin de desahogar mi corazón de este pesar he decidido que a ti te lo voy a contar.

Verás, hubo un tiempo algo lejano en que yo fui una niña muy alegre y soñadora  a la que alentaron con los cuentos clásicos y que lloraba sin consuelo especialmente cuando en las noches mi papá me contaba con mucha vehemencia el rechazo del patito por su madre y sus hermanos, porque era feo. Con el tiempo mi padre me confesó que si me lo contaba tantas noches era porque tras la llantina me quedaba profundamente dormida y eso, entiendo, debía ser un alivio para ellos.

Años después, cuando mis hormonas se apoderaron de mi persona y el mundo me esperaba impaciente para salvarle según me creía yo, me convertí en la rebeldía personificada que se salvó de la quema porque solía caer simpática y mi gran corazón ya lo llevaba en bandolera a merced de todo el mundo, porque, no hace mucho es cuando me he percatado de que, en mi educación católica, el décimo mandamiento lo entendí rematadamente mal, tanto que se me olvidó la segunda parte en la que se nos manda amarnos, al menos, como se supone que tenemos que amar a los demás y yo para mi desgracia sólo me quedé con la primera parte de la frase.

Pues verás, desde que me he dado cuenta de la omisión de una parte tan fundamental de ese mandamiento me ha dado por reflexionar sobre la cuestión, y, analizando mi vida es cuando he comprendido que ese error me ha provocado sufrimientos que, de haber comprendido bien lo que me quisieron enseñar y mal me enseñaron, me habría ahorrado o, al menos vivido de otra forma.

Tú sabes que una santa, lo que se dice santa, no soy, porque soy explosiva y tengo un pronto que asusta, pero también sabes, que soy mucho más santa que muchos santos canonizados. No por aquello de la caridad, no, que es un concepto muy manoseado, si no porque he creído en el ser humano con toda la pasión que arrastro en todas las facetas que vivo y mi errónea creencia de que todo el mundo es bueno lo he vivido en superlativo convirtiendo a todos mis congéneres en “buenísimos”, y esa percepción mía me llevó a interpretar de forma literal aquello de que “todos somos iguales en virtudes y defectos”, interpretación que  rematé ayudando a que  el lío anidase en mi cabeza cuando estudiaba Filosofía del Derecho, que tampoco la debí entender muy bien aunque no importa que ahora lo confiese porque al fin y al cabo hace mil años que aprobé la asignatura. 

 Lo que sí se me quedó muy bien grabado fue aquello de “no hagas al otro lo que no quieras que te hagan a ti” y claro, entendí, que esa frasecita que me surge siempre en mis relaciones con cualquier otro mortal, se la habían enseñado también a los demás, y, para más ingenuidad si cabe, que los demás se la habían aprendido.  

Como capto Bola que te empiezas a impacientar y eso significa que te aburres, te voy a confesar a lo que mis arduas reflexiones sobre el porqué de tantos desengaños que he sufrido en mi vida.  Es tan simple, que creo que debo estar equivocada, pero, de momento, es lo único que me proporciona una explicación razonable: verás,  pues por más que yo me empeñe y la filosofía de pacotilla considerada políticamente correcta nos infunde, ni de lejos, los humanos somos todos iguales, y aclaro que  no me refiero a derechos y obligaciones aunque esta última expresión se suele obviar porque no debe quedar bien, sino que me refiero a los valores engarzados en cada uno de nosotros, aquellos que nos mueven cuando nos relacionamos, los que nos hacen cuidar el trato íntimo, no sólo formal, con los demás, los que nos impulsan a sonreír al desconocido, tender la mano en ayuda, acariciar el corazón ajeno que sufre, compartir las risas y la alegría por el ser y por estar en el mismo momento y en el mismo lugar. Todo eso que de forma tan simple se traduce en el “ no hagas al otro lo que no quieres que a ti te hagan” y yo enmiendo gritando al mundo” hagamos a los demás lo que quisiéramos que a nosotros nos hiciesen”.

Pues mira peludo mío, algo tan simple y aún más fácil de hacer he comprendido que no se enseña, y lo que es peor no se sabe, y si se sabe, no se practica, por eso quizás, mi mundo de relaciones lo estoy reduciendo y a la vez enriqueciendo con mi relación conmigo misma, contigo y tus congéneres, y con lo que, por fin he aprendido aunque algo tarde, aquello de que antes que a los demás tengo que quererme a mí, y anteponer mis necesidades a las de los otros, se trate de quien se trate y, lo más triste de todo este aprendizaje, es que ni todo el mundo es bueno ni todos somos iguales. Una simple visión del mundo en que me muevo me lo corrobora cada día.

Pero claro, Bolita, mis reflexiones continúan y me pregunto: ¿ Debo olvidar aquello de no hacer a los otros lo que no quiero que  me hagan a mí?.

Seguiremos reflexionando juntos cuando te despiertes, peludo desagradecido.



Sherezade

21 marzo 2011

VICTORIA



Amanece mi mirada a un mundo de acordes vivos
Sinfonía que aturde mi corazón palpitante
Cantan las rosas mientras los jilgueros duermen
Luce la vida irradiando mi destino

Estaca de roble que marcaste mi camino
Sembrado de zarzas con espinas refulgentes
Hoy ardes en la hoguera avivada por mi mente
Y sentencio con tu suerte el final de mi martirio

Aunque zozobrase mi vida mientras revivo mis ensueños
y las estrellas cegasen los girasoles nacientes
o el mar secase mi cuerpo y el desierto lo anegase
Tú ya serás para siempre ceniza de roble yerto

La marea de la vida cabriolea los deseos
El sol de la madrugada improvisa misereres
Y entusiasmada recibo el abrazo de la brisa alegre
Que deshiela mi sangre y la engalana de consuelo

Estaca de roble envenenada de martirio
No verás más las estrellas ni los amaneceres
Tus cenizas entierro en la tierra que mereces
Y con tu muerte florece la alegría que a mi tormento ha vencido

Sherezade

12 marzo 2011

OS LLEVO EN MI CORAZÓN



“Ya ha y un español que quier vivir y a vivir empieza
Entre una España que muere y otra España que bosteza.
Españolito que vienes, al mundo te guarde Dios
Una de las dos Españas, ha de helarte el corazón.”
( Antonio Machado)

“In memoriam de todos los que fuisteis asesinados por desalmados el 11 de marzo de 2004.”



Escúchame  Bolita, escúchame como sólo tu sabes hacerlo, en silencio y atento a mis palabras y con esos ojazos negros que me admiran como si fuese una diosa.  No se si recuerdas aquel 11 de marzo de 2004 en el que nuestra ciudad de Madrid se despertó con el horror de la muerte que acudió victoriosa para arrancar la  vida a cientos de personas, tan inocentes como anónimas, personas que comenzaban su nuevo día trasladándose a su trabajo, a sus estudios, a su cotidianidad en definitiva, e imagino que abstraídas en sus sueños y esperanzas, en sus problemas y pesares, pero en todo caso, arropadas con la valentía de vivir la vida, esa misma vida que les fue arrancada de cuajo por las bombas que programaron unos humanos sin alma y nulo cerebro a cambio de la recompensa de disfrutar del paraíso eterno.

Si alguna vez he amado esta ciudad fue ese día. El aire que respirábamos los madrileños nos ahogaba con el dolor y la impotencia pero nos insuflaba el ardor de la solidaridad y de la unión. El 11 de marzo de 2004 todos los ciudadanos nos transmutamos en uno sólo; manos desconocidas acariciaban al desconocido cercano que lloraba sin consuelo; palabras de amor y de ira se cruzaban en cada recodo, en cada esquina, en cada plaza. La noche amarga quedó iluminada por miles de velas depositadas con tanto amor que  su luz cegaron las de las estrellas del firmamento. Aquel 11 de marzo, mi niño, los madrileños entregamos conscientes nuestras almas para abrazar a las que tan cruelmente nos habían robado.

Al día siguiente todo Madrid nos apretujamos entre la Plaza de Colón, Atocha y todas la calles aledañas. La manifestación por fuerza se transformó en concentración porque nadie podía avanzar, y Bolita, no te imaginas como lloraba el cielo, enlutado de negro, como descargaba sus lágrimas sobre las miles de personas que allí nos congregamos en un respetuoso silencio; estábamos tristes y noqueados pero no vencidos aunque nos mordíamos la rabia que nos quemaba las entrañas. Estábamos todos, o casi todos, pero tan unidos que hasta el miedo había huido aterrorizado. Ese día Bolita, me sentí muy orgullosa de ser madrileña.

Pero mira por donde a los tres días de la tragedia se votaba en elecciones generales, y, los muertos aún calientes, fueron utilizados para recriminaciones de los que se empeñan en perpetuar las dos Españas, porque unos ganaron y otros perdieron y desde ese momento, las víctimas se convirtieron en moneda de cambio de los reproches y lloros entre perdedores y ganadores políticos, olvidando que los que realmente perdieron fueron los muertos, sus familias, sus amigos, y los millones de desconocidos anónimos que ese 14 de marzo acudimos a las urnas, desangrados por dentro, y convencidos de que con independencia del resultado, todos habíamos perdido e ignorantes de que el resultado de las urnas iba dejar al descubierto la autenticidad del dolor que más les dolía a algunos: la pérdida del poder a unos, a otros la alegría de conseguirlo.

Sólo siete años han pasado de aquel brutal asesinato; siete años robados a las vidas destrozadas, pero es tal la desfachatez de nuestros políticos, quienes con cara de circunstancias y su ausencia de escrúpulos por bandera, se valen  del 11M para hacerse una foto más, pero esta vez, se han retratado por separado: los de la “derecha” y los de la “izquierda” con los presidentes de las múltiples asociaciones existentes de víctimas según ideologías,  pero todos juntos, eso sí, aprovechándose  todos  de la desgracia de los muertos, a los que interesa mantener “vivos”, con el fin de mantener montado el chiringuito del que viven muchos vivos a su costa, desde el que se hace politiquilla de tres al cuarto, de esa que nos tenemos que tragar aunque nos provoque vómitos porque el poder lo tienen repartido, atado y bien atado, entre todos ellos, entre tanto estómago agradecido, entre tanta ignominia y  ausencia de vergüenza que es un palabra que tengo que comprobar si sigue existiendo en el diccionario dado su desaparición de la vida pública en general.

Mira peludo, escúchame bien porque esto que escribo tiene el valor de últimas voluntades y quiero que reclames mi deseo y lo defiendas con tu vida si es necesario.  Si por desgracia para mí y para el mundo en algún momento llego a ser una de esas víctimas, de las de verdad, de las que mueren en un acto de violencia , prométeme o mejor júrame, que no permitirás que mi nombre ni mi muerte sea utilizado por nadie ajeno a mi entorno, y que morderás inmisericorde y demandarás a cualquier político o medio de comunicación que pretenda hacer beneficio y noticia con mi desgracia y la tuya. No quiero que llegue el caso, pero si tuviese que tocarme esa desafortunada suerte, te dejo escrito lo que quiero que les digas solamente, y es que, atreviéndome a enmendar por las circunstancias  a nuestro Antonio Machado, 
soy una españolita a la que no una, sino las dos Españas, hace tiempo le helaron 
su corazón. 
Y a lo que hoy me uno y con dolor es al recuerdo sincero de todos los que fueron asesinados y heridos aquél fatídico 11M y ,como no, a sus seres queridos , y también me uno al de  todos aquellos madrileños, españoles y ciudadanos del mundo a los que les duele la ignominia cometida sin esgrimir el acto cruel para monopolizar un daño que lo miden por la jerarquía de sus poltronas políticas y el poder y beneficio que ello conlleva.

Así somos en muchas ocasiones los seres humanos, perrito mío, así de falsos, crueles  y desalmados.  

 Sherezade

02 marzo 2011

MENSAJE



¿ Sabes?
El día amanece de nuevo
La luz anida en mis ojos
Pero no en mis ojos negros, no
Si no que reina en el fondo
Del camino que recorro
Sin las tinieblas del miedo

¿Sabes?
Cuando recorro el sendero
Que conduce a la esperanza
Te busco entre la maleza
Pero no estás,
Y si estás,  no te veo

¿Quizás entre los jazmines?
¿Ó escondido entre las ramas?
Pero no estás,
Yo sólo quiero enseñarte las cicatrices
Que tus heridas tallaron
Y que curó, la esperanza
De perdonar tus maldades
¡Más no estás!
Y si estás,  no te veo

¿Sabes?
El perdón que te regalo
No es dádiva ni es presente
Es la paz de mi regazo
Es la vida que sostiene
Un pasado equivocado
Un presente sin simientes
De dolor y de pecado

¿Sabes?
Sólo deseo mostrarte
Mi risa sin desaliento
Mi mirada sin soñarte
Mi cuerpo desnudo al viento
Ese viento que besa los matorrales
Entre el que escondes tus miedos

¿Sabes?
Se lo susurraré al aire
Lo grabaré en cien mil piedras
Lo sembraré en los valles
Lo esparciré en las arenas
¿El qué?
Mi perdón que se ha clavado
Como espina alegre y fresca
En la paz de mi existencia
Y te entrego esperanzada
Que aligere las cadenas
Que te atan a tu cruel mundo 
 Disfrazado de quimeras 

Ahora, Ya lo sabes

Sherezade


25 febrero 2011

LA CARTA



La luna aún seguía despierta pero ella caminaba presurosa por la vereda que acababa en el riachuelo. El correr del agua sonaba cercana y los pájaros aún dormitaban en sus lechos. El silencio se rompía con el crujir de las ramas que pisaba por lo que asustada de sus propias pisadas, aceleraba el paso. La aurora sembró de sombras azuladas el cielo oculto por los árboles y los primeros trinos acompañaron  su marcha.

Cuando llegó a la ribera se sentó bajo el sauce protector, testigo de sus secretos más íntimos y quien con sus lánguidas ramas ocultaban su presencia. Allí se sentía segura; era su escondite, desde el que podía ver y sin embargo no podía ser vista. La luz del día iba venciendo a la noche y la yerba se lustraba con el rocío caído. El sonido del agua, el frescor de la mañana y su corazón dolido…Del bolsillo de su falda sacó un sobre arrugado del que extrajo una hoja amarillenta y ensuciada por sus lágrimas. Y, despacio, encadenando los garabatos que se transformaban en palabras, releyó por enésima vez la carta que durante años había estado esperando, esa carta cuya espera convirtió su vida en lucha, en sueños, en esperanza….La carta con la que tanto había soñado y había tejido con sus propias palabras. Por eso, la releía tanto, porque ninguno de esos garabatos coincidía con la carta imaginada.

Miró el agua que corría sin besarla, no viendo más que la cortina de sombras que sus lágrimas creaban; escuchó el trinar de jilgueros, el silencio de su alma, sin poder comprender como fue tan feliz mientras esperaba la carta y, sin embargo ahora, que la tenía en sus manos,  esa felicidad se había transformado en descarnado duelo y pura desesperanza.

Introdujo la cuartilla en el sobre amarillento y lo lanzó al riachuelo y mientras observaba como lo arrastraban las aguas, imaginaba que, una vez lejos de sus manos y de su alma, volvería a ser feliz  de nuevo, simplemente con el sueño de la espera de  llegada de otra carta.

Sherezade

21 febrero 2011

¿LA VIDA ES BELLA?



Bola….déjame un ratito que escriba, que suelte el lastre acumulado de estos días, en los que la vida me vuelve a enseñar su cara más cruel y fea. Sí, tienes toda la razón, quizás mi momento de defensas bajas y tantos días enclaustrada en casa no me ayudan a ver el color rosado de la vida, pero es que cuando no es de color bonito es que no lo es, hay que gritarlo al viento para que lo esparza por las cimas de las montañas y las olas de los océanos.  Y no pasa nada por reconocerlo, y de pasar, quizás se me alegre el ánimo con caricias que me muestren nuestros amigos lectores.

No es culpa de la fiebre, que también; ni de la ruptura aunque sea provisional de la vida normal, que también; ni esta obligación de permanecer encerrada en casa calentita, que también. Sé de cierto que no es todo ello el único causante de mis tristezas, no. ¿Las aumentan? Seguro que sí. Pero no quiero seguir engañándome cada mañana cuando me levanto diciéndome esas frases tan bonitas como inciertas sobre lo maravillosa que es la vida.  No, no me lo voy a decir más porque la vida no es tan maravillosa como queremos pintarla. La vida es así, un valle de lágrimas como ya está escrito en la Biblia que no la escribieron ayer, aunque en ese valle, en ocasiones, en momentos fugaces, instantes diría yo, luzca un sol espléndido, reine la primavera y lo invada el perfume de las rosas.

A ver que te parece a ti peludo mío. A esa frase mañanera con la que recargo mi batería emocional le voy a cambiar la palabra “vida“ por la de “instantes”, porque esos, a veces sólo a veces, sí existen: instantes en el lacrimógeno valle que me convencen de que merece la pena seguir adelante. De todas formas, las alternativas que me quedan a no seguir no son demasiadas, y, entre tú y yo, no es sólo que no sean demasiadas, sino que la elección entre el seguir y no seguir está muy clara y de momento, para algo gratuito que tengo asegurado como es la muerte, prefiero retrasar lo más posible el conocerla.


Hoy hace dos semanas la tita África, cansada de arrastrar su cuerpo por este Valle, decidió convertirse en otra estrella más que nos ilumina en la oscuridad. Y, por enfermita que estuviese, el dolor no duele menos. ¿Verdad? Y su hermana, la tita Susana, lleva cuatro días ingresada con una tristeza que su mente no le permite saber de donde procede, y claro, no nos atrevemos a recordarle lo que ha pasado dado que el Alzheimer está teniendo la gentileza de evitarle la pena de que su hermana querida se haya ido sin darle el beso de buenas noches para convertirse en estrella. Y mientras yo sin poder visitarla….no sea que empeore el panorama.

Fiebre, sudor, lágrimas como equipaje en el camino…Dime mi niño, dime, aunque te conozco y sé que para ti la vida mientras tengas tu pelotita sea de color de rosa, dime si sin los decorados que me invento y mi huida a la niña interior cada día más asustada que llevo dentro ¿ La vida es bella?



Sherezade


18 febrero 2011

Tormenta de Amor



Amarte,
Gozando tu dulzura en mi boca desbocada
Mientras atesoro el cariño de tu abrazo desarmado
Colmado de ternura engalanada con mil besos
Y, furtiva, te confisco la amargura atesorada

Amarnos,
Al son de melodías de vida y de esperanza
Baladas que pregonan el olvido del pasado
Aquel que izó el puente de miedos y rechazos
Y hemos derrumbado con una tempestad de confianza

Amarte,
Sentir el ardor de tu cuerpo más anhelar tu mirada
Encenderme con el fuego de tus manos en mi pecho
Esconderme entre tu alma y tu cuerpo
Dónde establecer mi  indestructible morada

Amarnos,
Embriagados de risas y caricias regaladas
Saboreando el amor que despabila el silencio adormilado
Al romper con desaliento nuestro ardor encadenado
Con mis manos en tus besos y mis besos en tu alegría brotada


Sherezade

13 febrero 2011

LA CASA DORADA



(II)

La tormenta de la noche se tornó en aire limpio y el salitre se instaló en la brisa fresca de la mañana.

A través de los cristales contemplé el mar de mi infancia, el mismo mar que, veinte años antes, acariciaba mi cuerpo mientras le susurraba mis sueños. El mismo mar que se vistió de arrogancia y secuestró mis secretos arrastrándolos a su fondo celoso de mi futuro.

A la luz de la mañana observé detenidamente mi habitación, pulcra y cuidada, como si los años transcurridos sólo hubiesen sido un sueño, como si nunca me hubiese ausentado, como si el olvido forzoso de mi niñez al que me sometí  cuando me fui, en ella se hubiese instalado.

Bajé  cada peldaño saboreando los aromas de la casa. Percibí con nitidez el olor dulzón del tabaco de pipa de mi padre que leía en el salón mientras sonaba la sinfonía del “Nuevo Mundo” de Dvorak. Me alimenté del aroma de las rosas cortadas al amanecer y alojadas en el jarrón de alabastro. Me espabilé con el aroma del café recién molido y hervido que impregnaba la cocina. Casi me embriagué con el olor del perfume de jazmines con el que se acicalaba mi madre.

Ya en el rellano, sentí el calor de las llamas del hogar que acallaron mis recelos y, con la cabeza alta y el corazón desatado, abrí despacio la puerta de la cocina, en la que mi madre, sentada en su mecedora, esperaba mi llegada, ofreciendo el desayuno como si nunca me hubiera ausentado. Su mirada dulce y limpia en unos ojos marcados y una sonrisa entregada, reforzó mi decisión del regreso al hogar abandonado.

No hubo palabras, sólo cálidas miradas que respetaban mi silencio y , agradecí con un beso en la mejilla el calor de su presencia cuando se apoyó en la ventana respirando la mañana, aunque fingió no sentirlo, sin darle ninguna importancia, como si todos los días la besara, pero pude percibir su estremecimiento al tensar todos su cuerpo.

Abandoné la estancia y me dirigí al salón en donde mi padre permanecía leyendo. No levantó la mirada  para mirarme siquiera, nada indicaba que mi presencia le conmoviera ni le importara. Para él, hacia tiempo, mucho tiempo, que yo había muerto.


 !Papá- susurré despacio- Papá….he vuelto.!  Levantó la vista de su libro  y consultó su reloj. Para mi sorpresa me miró , abandonó la lectura y se levantó ayudado por un bastón que lo envejeció a mis ojos, dirigiéndose  a mi encuentro. Cuando estaba a dos  pasos comprendí que no era a mí a quien buscaba pues  obviando mi presencia salió de la estancia para adentrarse en la cocina.




Si en la noche anterior me pude cobijar en el regazo materno, la mañana me había entregado la indiferencia del único hombre al que en verdad había adorado, el que me contaba los cuentos, el que mesaba mi pelo  mientras me confesaba que yo era su niña querida, el más valioso tesoro que la vida le había regalado.

Sobre el aparador un  marco encerraba mi imagen de niña abrazada a su cuello mientras le daba un beso y entonces me percaté de que en la imagen nos acompañaba otra niña, de pelo negro que se aferraba a su mano y pretendía acaparar su cuerpo. En la pared, colgaba el retrato que madre me hizo acariciando a Nelson, el  terrier que me regalaron cuando cumplí ocho años.

Observaba los detalles de la estancia reconociendo cada uno de los adornos, saboreando el momento, cuando oí el ruido del portalón y corrí hasta el rellano. Abrí la puerta cerrada y vi a mis padres que caminaban por el sendero.  Extrañada de su marcha sin aviso les llamé pero el sonido de las hojas mecidas por el viento impidieron que me oyeran.  Al fondo, confundido con el horizonte, el mar azul iluminaba el cielo y la brisa me transmitía su mensaje de llamamiento, por lo que recorrí el atajo que acababa en la Cueva Dorada, bajo el acantilado, aquella en la que imaginaba de niña que era mi casa por los tesoros que en ella escondieron los piratas tras robarlos de los barcos naufragados por su mano.

Sintiendo la brisa dulce, decidí entrar en ella y refugiarme del viento para recordar mis sueños, más la marea estaba crecida y no podía  alcanzarla pues las olas encrespadas tapaban el agujero secreto que era su única entrada.

Oí gemidos arriba y salí de mis pensamientos, estirando mi figura para observar el duelo de dos ancianos,  quienes, afligidos y abrazados, me entregaban un ramo de rosas blancas y lirios azulados, con el mensaje escrito en una cinta de seda blanca en el que con bellas letras doradas se había escrito con esmero: “ Hija, descansa en tu casa dorada, en la que quedó atrapada nuestro tesoro más bello; nunca te hemos olvidado  y nunca te olvidaremos.”

Atónita con la escena y  con las flores apretadas con mi pecho, distinguí con claridad las dos figuras: mi padre con su bastón y mi madre encogida entre sus brazos temblorosos y los ojos de los dos, anegados en un llanto de silencio.

¿Acaso era yo el tesoro escondido en la Cueva Dorada?  Mientras esto meditaba una ola me alcanzó y me arrastró hasta la cueva en la que contemplé veinte ramos de rosas blancas y lirios azulados y entonces supe que ellos, eran  mi tesoro más preciado.


Sherezade


05 febrero 2011

LA CASA DORADA



(I)

Recorrí el camino empedrado que conducía a la casa. Toqué la aldaba de hierro que  adornaba el portalón.  Sentí que el tiempo se detenía mientras mi corazón brincaba sin consuelo. Tras lo que me pareció un siglo alguien acudió a la llamada y me abrió la puerta de mi antigua casa. Una mujer menuda y delgada en la que el tiempo no había logrado deshacer su belleza me miró de arriba abajo y de abajo arriba sin poder creer lo que sus ojos estaban viendo.

Para entonces, yo tampoco veía. Mi mirada era un torrente de lágrimas por demasiado tiempo contenidas que habían logrado, por fin, romper el dique que las bloqueaba.

Ambas permanecimos quietas, calladas, mirando en la otra la imagen transvertida del tiempo, sufriendo la desobediencia de las órdenes de movimiento que transmitíamos a nuestro cerebro y paralizaba nuestros brazos,  nuestras piernas, nuestra lengua.

No surgían las palabras porque sobraban ante la intensidad de la mirada. No nos abrazamos por miedo a perder el momento de ese encuentro.

Desconozco el tiempo que así estuvimos ambas, luchando entre la alegría y el miedo del reencuentro. Más su mano cálida tiró de la mía inerte y me devolvió con su sonrisa al calor del hogar que abandoné  años atrás.

Sin cruzar palabra alguna y sin dejar de mirarme fascinada tomó asiento en su mecedora de caoba, la misma en la que me arrullaba cuando era niña en las noches de tormenta para ahuyentar mi miedo. La misma mecedora en la que permaneció inmóvil cuando tiempo atrás cerré la puerta con un adiós prepotente y descarnado que sé que rompió su corazón.

Sin cruzar palabra alguna y sin dejar de mirarla fascinada me arrodillé ante su cuerpo y cobijé mi cabeza en su regazo, mientra le susurraba en silencio: ¡Madre, aunque soy mayor, tengo miedo; arrúllame de nuevo mientras besas mi cabeza y me cantas una nana para que pueda regresar la niña que se llevó el tiempo, la misma que tu peinabas con sus trenzas doradas y soñaba con la realidad de sus sueños. Mamá, juguemos a que la vida es un camino de rosas por siempre perfumadas que cuando lo recorra, al final, siempre me esperarás en tu mecedora para curar mis heridas  y la sangre que derraman, y sonreír mis sonrisas y arroparme en la madrugada…juguemos, madre, juguemos a que mis miedos desaparecerán con la luz de la mañana…..!

Sherezade

02 febrero 2011

LA MUERTE LENTA...





Escúchame Bolita; escucha quietecito y muy atento este poema de la escritora brasileña Martha Medeiros que te voy a leer despacio y que refleja tanto saber. Apréndelo porque  con él he acunado mi Alma cada día de estos tres últimos años; es el canto a la vida que me ha mantenido a flote y me ha hecho resurgir de mis cenizas al haber  creído con toda mi fuerza en su verdad. Aprende cada palabra, cada frase…con ello morir, moriremos, pero viviendo.
Gracias Martha..

Sherezade


LA MUERTE LENTA

Muere lentamente quien no viaja,
quien no lee, quien no escucha música,
quien no halla encanto en si mismo.

Muere lentamente quien destruye su amor propio,
quien no se deja ayudar.

Muere lentamente quien se transforma en esclavo del habito, repitiendo todos los días los mismos senderos,
quien no cambia de rutina,
no se arriesga a vestir un nuevo color
o no conversa con desconocidos.

Muere lentamente quien evita una pasión
Y su remolino de emociones,
Aquellas que rescatan el brillo en los ojos
y los corazones decaídos.

Muere lentamente quien no cambia de vida cuando está insatisfecho con su trabajo o su amor,
Quien no arriesga lo seguro por lo incierto
para ir detrás de un sueño,
quien no se permite al menos una vez en la vida huir de los consejos sensatos…
¡Vive hoy! - ¡Haz hoy!
¡Arriesga hoy!
¡No te dejes morir lentamente!
¡No te olvides de ser feliz!

Marta Medeiros

29 enero 2011

SE COMPRA UNA SONRISA.....


Autor imagen Sergei Ivanovich Gribkov (1820-1893)

Se compra una sonrisa…
Requiere ser nacida de un alma crecida con la Paz  y fecundada por la Alegría,
Amamantada con la savia  de ilusiones bordadas en las noches de verano ,
Vestida con un manto tejido con caricias

Se compra una sonrisa...
 Que corteje mi corazón quebrado y le devuelva la vida que le robó tu beso

Beso…
Que disfrazaste con amor  más resultó estar tejido con la esencia del engaño

Engaño..
Con el que adornas tu mirada para ocultar el niño maltratado
Que intenta vencer con la mentira la maldad que encierra en su pecado

Pecado
De haber nacido en cuna de grandeza y  mecido en las sombras de un cariño
Cercado por la niebla de la  estepa en la que te lanzaron al olvido

Olvido…
Que aún te arrastra por el fango del martirio

Martirio
Que viste a la vez tu nobleza y tu pecado

Más yo..
Recuerdo tu beso  y acaricio el llanto derramado por tu estado
Sabedora de que con la psicosis se nace y que tanto amor soñado por tus labios           
Muere en el instante en el que  descubres que quien te está amando
No es la madre que te negó el cariño
Ni el padre que ocultó  tus descalabros
Ni el hijo que te lanza a la locura
Ni el hermano que rehúye tu contacto
Sino una extraña que te acompaña en tu amargura
Entusiasmada con tus sueños confesados
Anclada en un futuro imaginario
Enloquecida por tu locura y por tu engaño
Ansiosa por negarte cualquier culpa
Deseosa de verte encadenado
Al dolor y el sufrimiento
Que aún siendo ahora pasado
Me desterró a  la penumbra y el tormento
Y dejó mi corazón desalentado

Más hoy
Vencido el dolor y  recuperada la cordura
Me pregunto si mereces mi condena
O por el contrario te beneficias de mi piedad como regalo

Se compra una sonrisa…
Que arrulle mi corazón marcado
Y colme de alegría mi árido pasado

Se compra, no se pide
Que de balde sólo se me ha regalado  engaños

Sherezade

20 enero 2011

YO, ÉL, TU…..



Yo….

En las noches heladas de mi cama
Percibo tu abrazo sosegado
Tu mirada sigilosa en mi mirada
En tanto navego por mi mundo imaginado


Azota el mar bravío mis enredos
El viento expande azaroso mi semilla
Mientras el sol me aleja del  invierno
Y retozo en mi jardín de la alegría


Él…

Gozo en mi sueño el beso desatado
Dibujo las caricias que mis manos le regalan
Disparo mis sentidos  con el roce de su  cuerpo
Estrello mi vida con las luces de su alma

Grito en silencio mi locura enamorada
Perfumo mi cuerpo con la esencia del deseo
Deseando su hombría, sus caricias y sus besos
Más que a tu cuerpo cierto y sembrado de esperanza

Y tú…

Clavas tu mirada en las sombras del  tormento
Porque sabes que me entrego enajenada
Imaginando que tus caricias y tus besos
Los recibo de otras manos, de otra boca, de otro Alma

Finges desconocer mi deslealtad buscada
Depositas un beso en mi mejilla
Me abrazas mientras vuelo con mis alas
Sabedor que al clarear el día
Serás tú , y no él, quien me tendrá en su cama

Yo…

Más si  preguntas  si he visitado su lecho
Si ha besado mis entrañas 
Escucharás
 ¿ como puedo conocer por sueños
El ardor de la dicha y el brío de la calma?

No me preguntes amor
No me descubras desnuda de compasión
Y repleta de añoranas

Sherezade
  

14 enero 2011

YO CONFIESO.....


Escúchame Bolita que te voy a hacer una confesión que no puedes contar a nadie, y eso significa na-di-e. Estoy preparando el pliego de descargos para defenderme de la sanción de órdago que me van a tramitar por la denuncia que hoy me han puesto. Yo reconozco que no está bien, que hay otras formas de hacer determinadas cosas, pero un “ataque de trastorno mental transitorio”, que es lo que voy  alegar porque de mí no se lleva un céntimo más de lo debido el Estado, me ha conducido a actuar así.

Como sabes esta mañana por motivos que no vienen al caso he tenido que acudir a un Centro de Salud. Tras el saludo de buenos días al que nadie ha correspondido me he sentado en esos bancos corridos que cuando tose el de una esquina se mueven todos los asientos y los que lo ocupamos como si todos juntos fuésemos un flan. Como la espera se preveía larga he sacado de mi cartera el boceto de un informe que tenía que ultimar hoy sin falta.

 En esas estaba cuando una tal  Lolita que debe rondar los setenta ha llamado a una tal Juanita que debe tener problemas de oído, eso seguro, porque todo el personal se ha vuelto hacia la primera menos ella. Y claro, el Juanita, Juanita lo ha repetido al menos diez veces hasta que un alma piadosa ha avisado a la susodicha quien girándose  y encantada con el encuentro de su supongo amiga, ha corrido y vociferado hasta fundirse ambas en el consabido abrazo. 

Vuelta al informe pero el llanto de un bebé unido a las carreras de la que luego he sabido que es su hermanita, rubia y oronda, quien ha decidido tomar como pista de esquí el lustroso suelo del Centro, el sonido de los móviles y las vociferantes respuestas a las correspondientes llamadas,  me han impedido concentrarme en mi tarea.  Algo alteradilla ya pues llevaba cuarenta y cinco minutos sumergida en ese maremagnun de sonidos estridentes y amorfos, han llevado mi vista hasta un cartelito en el que una cara muy dulce de una enfermera ruega silencio a los pacientes. Y mis ojos han seguido buscando más carteles descubriendo uno escueto pero contundente que prohíbe fumar.

En esos momentos es cuando me ha dado el ataque de locura que espero me salve de la quema. He mirado a mi alrededor, he valorado los comportamientos desconsiderados de mis convecinos y convecinas, pacientes todos se supone pero con unas cuerdas vocales sanísimas, y cansada de enterarme sin quererlo de las conversaciones y vidas ajenas e impregnada del incivismo imperante, he sacado un cigarrillo y lo he encendido. Te puedes imaginar la que se ha liado , pero, al menos, he conseguido que durante los segundos que ha durado la perplejidad en la que han entrado los allí presentes, y eran unos cuantos, cesaran los sonidos, las voces estridentes, aflautadas y maleducadas, cesando por cesar hasta el llanto de los niños.  Pero ese estado de bienestar ha durado poco, te lo reconozco. Rápidamente se han multiplicado las voces acusadoras de mi acto de locura. Y, entonces, de forma educada pero contundente les he reclamado el silencio al que invita el cartelito, pero nadie me escuchaba, estaba juzgada y condenada . Tal ha sido el alboroto originado que los médicos han salido de las consultas, ha llegado en un pispas la supervisora, el de seguridad, y de milagro no han llegado los bomberos para apagar el cigarrillo. Y lo mejor, la autoridad se ha presentado rauda pero para entonces el cigarrillo se había quemado y las cenizas y colilla , cuerpo del delito,  las tenía bien guardadas en mi bolso, en una cenicero portátil que llevo conmigo porque una es muy cívica y no tira colillas a la vía pública. 

Me han identificado, me han reprochado y me han denunciado a pesar de que ninguno de ellos me ha visto fumar; en realidad nadie lo ha hecho pues sólo he encendido el cigarro a sabiendas de lo que podría ocurrir y se ha cumplido.

Sí, peludo mío, tienes toda la razón, hay otras formas de actuar y tú sabes bien que yo acato las leyes me gusten o no, pero  reclamo mi derecho a que se cumplan las normas básicas de convivencia y los demás me respeten también.

 Bolita, ¿tengo o no tengo razón???? Eh??? ¡Contesta con un guau si es sí, y con cien si es no!

          Sherezade