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23 junio 2011

EL BESO DE LA LUNA




Cuenta una  antiquísima leyenda referida a la noche más corta de año, cuando se produce el solsticio del verano, lo siguiente:

En las proximidades de un pueblo llamado Sier, una mujer fue apresada y quemada en una hoguera.

Alima, nombre que le asignaron, era poseedora de una tez pálida y una cabellera dorada, así como unos ojos del color del cielo.

En realidad, la niña, recién nacida, fue encontrada por un hombre en la ladera de una montaña cuando salía a realizar sus quehaceres diarios y llevándola a su hogar, su mujer y él, la cuidaron y trataron como otro hijo más.

En una población en la que todos eran morenos de ojos negros, la existencia de esa niña supuso un impacto que la marcó de por vida, al ser considerada diferente a los demás.

Pero Alima no era diferente sólo por el físico, que también, sino por una sabiduría innata que la separaba del resto de los mortales.

Sin que nadie la hubiera enseñado conocía perfectamente las propiedades de cada una de las plantas de la zona, que convertía en esencias en el día y hora exactos que a cada una correspondía.

Las esencias que creaba tenían distintas propiedades. La mayoría eran curativas pero, no en todos los casos, pues el poder de una de sus esencias, con las que rociaba cada noche del solsticio de verano su cuerpo y el de su familia, impedía que el paso del tiempo hiciera mella en todos ellos.


Transcurrieron muchos años y Alima, junto con sus padres, hermanos y las familias que éstos habían creado, vieron como su familia y amigos se iban de este mundo víctimas de la enfermedad o la vejez, mientras ellos continuaban su vida libres de cualquier mal, que no tenían cabida en su universo.

Como podéis imaginar,  la esencia de la juventud de Alima, fue codiciada por todos, y  Emperadores y Reyes del mundo entero procuraron obtener, por las buenas o por la fuerza, la fórmula mágica de una vida terrenal eterna.

Le ofrecieron tesoros incalculables, pero Alima, con su eterna sonrisa, ofrecía su negativa aduciendo que el secreto de su esencia estaba a la vista de todos y si lo vendiese, sería engañar al prójimo.

Su propia familia, conocedora de que el poder de la famosa esencia la elaboraba con plantas que ella misma escogía, le propuso que aceptara los tesoros que le eran ofrecidos, porque, al fin y al cabo, era cuestión de recoger más y hacer más cantidad para los otros.

Alima suspiraba cuando escuchaba sus súplicas, y sin decir palabra alguna, se alejaba de la casa para desaparecer por unos días.  Cuando regresaba, su familia, cada vez más amplia, la miraba con recelo y no sin enfado por su negativa a recoger riquezas que les permitirían cesar en su trabajo, que así visto, sería eterno.

Pasaron algunos años, en los que la codicia de sus hermanos, sobrinos y sobrinos nietos, fue en aumento. Incluso la codicia anidó en sus padres quienes le reprochaban su tozudez y la incitaban a elaborar más cantidad de esencia que podría vender y permitir con ello, no sólo vida, sino también, riquezas para vivirla.

Con el corazón roto por estas palabras, Alima desapareció de nuevo, y esta vez tardó meses en regresar.  Volvió a casa justo el día antes de la noche del solsticio de verano, y fue recibida, de forma indiferente por su familia, quienes la despreciaron por su rareza y egoísmo.

Esa noche de solsticio de verano, Alima, cuando todos dormían, cogió su frasco de esencia de la vida y se cobijó bajo el cielo. Entonces derramó su contenido por su cuerpo al tiempo que regaba la tierra con el resto, agradeciendo los frutos y la belleza que cada día proporcionaba sus sustento y su alegría por vivir, rocío de esencia que se fundió con sus lágrimas por la pena de saber que su familia la había abandonado.

Pasados los años, todos los miembros de su familia fueron envejeciendo o muriendo por enfermedades que no pudo curar. Aquella noche en la que no les regaló el rocío de su esencia mató el hechizo mágico de su juventud y vida eterna.

Llegó un momento que la envidia y la rabia azuzaron a la justicia del reino para acabar con esa hechicera egoísta y asesina hasta de su propia familia, a quienes les negó el don de la vida, y, a la doce en punto de la noche de un solsticio del verano, fue quemada en una hoguera.

Aún no se había prendido el fuego cuando los alguaciles del pueblo saqueaban su casa en busca del secreto de la joven. Encontraron muchos frascos con esencias de bellas fragancias con las que se rociaron por si acaso alguna de ellas les proporcionaba la juventud eterna. Eso y pergaminos garabateados fue lo que encontraron entre sus pertenencias. Los garabatos intentaron ser descifrados durante muchísimos años por los sabios de la época, más no lograron descifrar que significaba tantos dibujos de la luna besando un niño, que resultó ser una niña, pues en cada dibujo iba creciendo hasta distinguirse la figura inconfundible de una bellísima joven de cabellera rubia y ojos azules. En cada dibujo la luna la estaba besando.

Cuenta la leyenda que desde esa noche de verano en que Alima fue quemada en la hoguera, la luna nunca es visible desde la población de Sier  y que los frutos de esa tierra crecen sanos y hermosos hasta que son recolectados, momento en el que pierden su belleza y rezuman un amargor que los hace incomestibles.

También dicen que, cada noche de solsticio de verano, en la profunda oscuridad de la noche, se escucha el llanto de un recién nacido sin que nadie logre encontrarlo.


Sherezade

17 junio 2011

S.O.S. ¿ HAY ALGUIEN AHÍ?




Ahora que nadie me ve, aprovecho para lanzar una SOS por si hay alguien al otro lado.

A ver, primero os  cuento, aunque mejor, me presento. Soy Boli como inicialmente me bautizaron, o Boly como mi mami ha intentado inútilmente ennoblecer mi vulgar nombre perruno, o Bolita como le gusta llamarme cuando está muy cariñosa, o Bola, que con todos esos apodos aparezco por aquí…

El caso es el siguiente: mi mami, como Sherezade la conocen  por estos Lares, anda de nuevo de “novios” y me preocupa porque la pobre, la verdad, no acierta nada de nada con los que elige, al menos desde que  la conozco yo.

Y a mi,  al  igual que a los humanos en la mili  se les da por hecho su valor, se me pide que mi olfato distinga el bueno del malo, y mira, si no lo ha conseguido San Antonio, no sé que milagros pretende que haga yo.

Sí, es cierto que tiene toda la razón cuando con el último novio serio que tuvo la despisté un montón, porque desde el primer momento me cayó el muchacho muy requetebién, y le reía todas las cucamonas que me hacía. Nunca le ladré ni le gruñí, y me dejaba acariciar por sus manos hombrunas  aunque os confieso que en parte compró mi silencio con torreznos y jamón del rico que me daba cuando ella no nos veía. Porque seré perro, pero tonto, no.

Y claro, yo, mirándole a los ojos, no pude descubrir la arteria psicopatilla que se gastaba el muchacho porque tampoco hizo intentos de acabar físicamente con ninguno de los dos.

Voy al grano que empiezo parecerme al rollo de la She… cuando agarra el teclado. El caso es que resultó ser un psicopatilla de tres al cuarto, imagino yo que por contagio de tantos pacientes en el mismo estado, pero el caso es que casi acaba con ella, y si yo sobrevivo es de puro milagro tras tantas penas de las que me hizo su confidente. Ella no creerá en los santos pero yo ya me estoy encomendando a todos ellos por la que se pueda avecinar.

El caso es que para los humanos mi mami aún está de  buen ver. Yo no soy celoso siempre y cuando la She…me siga dando besos y achuchones y me lleve al parque a jugar a la pelota., y respete mi sueño nocturno en mi cama que coincide con la suya.

Aquí viene la cuestión: a veces me pregunta que me parece a mi, fulanito el intelectual, o menganito el simpaticón, o zutanito el seductor,  o, o, o….el caso es que ni rechisto porque eso de meter la pata no lo quiero repetir. Porque uno,  también está herido en su autoestima porque fue mi olfato el que se equivocó y creo yo que por culpa del jamón.

Total, que, a mi mami, sus hormonas la tienen pelín revolucionada y nos es cuestión de andarse con tonterías, por eso, yo, os suplico, que sin que ella se entere y esto quede entre nosotros, me deis pistas sobre cómo puedo distinguir el hombre humano bueno del malo, el que tiene buenas intenciones del que no las tiene, el que miente del que no lo hace, el que está bien de la azotea del que la tiene con goteras….en fin, necesito que me lo digáis porque otro bacatazo de mi olfato, y acabo en el fondo del mar con lo poco que me gusta el agua.

Ah!!! Me encanta que me mandéis besos, que la She..  me lo dice porque se lo escribís en los comentarios, sobre todo cuando le da por hablar conmigo de esas cosas tan raritas que me cuenta y de paso la publica por si picáis vosotros, y luego me abraza por lo quietecito que me quedo; a ver, que remedio, me duermo como un tronco porque estoy de luna, estrellas, hadas y elfos  un poquito empachado, pero si ella es feliz…yo le sigo el juego.

Chisss…..os repito que todo  esto es supersecreto, que a ver si me va a tocar vivir con las sirenas por los siglos de los siglos ¿ Vale?

Yo también os quiero

Boli, Boly, Bolita, Bola... 

10 junio 2011

SAN ANTONIO DE LA FLORIDA


" La primera verbena que Dios envía es la de San Antonio de la Florida" ( refranero de Madrid)

Escucha peludo, que te voy a contar mis avatares con un santo canonizado, con el que mantengo un contencioso que, de tan largo en el tiempo, creo que se nos está olvidando a ambos.

Seguro que no sabes que el día 13 de junio en el santoral se celebra el día de San Antonio, que es el mismo que el de Padua, sólo que para los madrileños es el de la Florida.

Te ahorraré detalles de la historia de su ermita y sus fabulosas pinturas de Francisco de Goya, porque lo que quiero contarte es el por qué estoy tan enfadada con él aunque de ello sólo me acuerde los señalados 13 de junio.

Verás, Una de las tradiciones madrileñas más castizas está relacionada con las Fiestas de San Antonio de la Florida:  la de las “modistillas” y sus alfileres.
Las populares 'modistillas' de finales del siglo XIX y principios del XX, ataviadas con sus castizos vestidos de alegres colores y sus claveles en el pelo sujetos por los blancos pañuelos, no van a ser las protagonistas de esta historia, si no que lo somos mi amiga Lola y yo.
Según la tradición madrileña, el día de San Antonio de la Florida -13 de junio-, las mozas casaderas deben echar a la pila bautismal colocada en el exterior de la ermita 13 alfileres, para después introducir la mano en la misma y, aquí viene lo bueno, igual al número de alfileres como se queden prendidos a la palma de la mano tantos novios o pretendientes tendrán ese año. Por supuesto que la esperanza real es la de encontrar marido.
Pues aquí entro yo. En cuestiones de amoríos, la verdad, San Antonio nunca me ha tratado bien. Tras romper con mi primer novio al que recuerdo con verdadero cariño pero acertamos al separarnos, comenzó por mi vida el desfile  de una cohorte nutrida  de psicopatillas, incomprendidos, empalagosos y descerebrados con la que este santo me bendijo durante varios años que a mi me parecieron siglos.
Los 13 de junio mi familia tenía la costumbre de visitar al santo y comprar sus panecillos , por eso me caía bien, y, yo, sorprendiendo al personal, muy devotamente le imploraba que intercediera para que se cruzase en mi camino ese hombre soñado, aunque debo reconocer que en cada celebración del santo iba rebajando mi ambición primigenia hasta dejar mi hombre soñado en ni alto ni bajo, ni tonto ni listo, ni rico ni pobre; con que fuera normalito me bastaba, y creo que no era tanto pedir.
En fin, San Antonio no se dio por enterado y una tarde, aprovechando que mi madre lo utiliza ofreciéndole un dinero para encontrar las cosas que pierde y ella tenía que saldar su abultada deuda con él, la acompañe a la ermita, y le dije ( al santo)  las cuatro cosas que temí no se enterase si no se las decía en directo, allí, en su morada bendita y bien resguardadito en su hornacina.
Debes saber que muy a gustito me quedé pero el ramillete de “nardos- varones” que siguieron a mi monólogo con él, unida a mis remordimientos por mi  formación judeo-cristiana, me hizo reconsiderar mi postura y en la verbena siguiente me llevé  una amiga: preciosa ella, monísima yo; las dos simpáticas y alegres  a rebosar; en edad más que casadera ambas.
Dentro de la ermita, porque yo hago las cosas frente a frente, como mejor supe y a mi forma, le pedí disculpas al santito por la bronca que tan dignamente  le había soltado tiempo atrás, pero no sin que antes escuchara mis desvaríos probatorios sobre las poderosas razones que me obligaron a tal desmán. En fin, que hice las paces con él, o al menos, eso creía yo.
Tras la ceremonia, fuera de la ermita, nos encaminamos mi amiga Lola y yo a la famosa Pila, en donde, bajo un sol de justicia, esperamos nuestro turno cargadas ambas con 13 alfileritos  y sin llevar ningún imán escondido, que eso es importante que se sepa.
Delante nuestra, una señora que debía rondar los 80 y que vestía de riguroso luto, saltaba de alegría porque tres, nada menos que tres alfileres se habían prendido en la palma de su mano, y jubilosa lo mostraba a quien quería verlo. Estábamos justo detrás, y no sólo nos enteramos sino que también fuimos testigos de su suerte. Lola y yo nos miramos atónitas, pero claro, no creíamos que para ella fueran los mozos que a nosotras nos habían de corresponder aunque sólo fuera por la diferencia de edad.  Pero, me dio un rollito extraño y levanté la mirada al cielo imaginando la carita dulce de San Antonio mientras por mis adentros le advertí de las consecuencias que se le avecinaban si a mi no se me prendían en mi linda mano al menos seis alfileres, pues la vanidad de la juventud  te hace intentar doblar los logros ajenos.
Pila de alfileres: cedí el turno a mi amiga Lola, tan necesitada ella de alegrías en ese terreno como yo , y para mi sorpresa no se le prendió ninguno. Se lo tomó a risa y nos reímos juntas. Y entonces llegó mi vez, que era mucho más que eso para mí, era mi congratulación total con el único santo que recuerdo que en mi casa se apreciaba, y el que tanto me debía, porque, al fin y al cabo, en las cosas del querer, entre el corazón de una abogada y el de una  modistilla, no hay diferencia alguna y menos para los ojos de un santo.
Respiré hondo, no miré, introduje la mano y mi grito fue tan sonoro como el pinchazo que me llevé. No sólo no se me prendió un  solo alfiler, sino que, además, resulté herida y la sangre roja, y cada vez más anticlerical, corría por la palma de mi mano, mientras, recomponiendo las formas, miré a mi amiga, y luego alcé la vista al cielo, en donde me imaginaba a San Antonio con su carita de santo satisfecho con mi suerte recibida.
Hasta aquí hemos llegado tú y yo, pensé y dije, porque lo dije en alto, y mi amiga Lola que desconocía mi trayectoria con San Antonio se moría de la risa cuando la puse al corriente de mi historia. ¡ Esto son tonterías para divertirnos, guapa, ni que necesitáramos la ayuda del santo!. Así que, ambas dos, cogiditas del brazo, nos fuimos a tomar un chocolate con churros a pesar de los más de 30 grados.
Desde entonces, no he hecho las paces con el santo, porque mira que se lo puse fácil: un hombre normal, simplemente normal, aunque pensándolo bien, eso, si se reflexiona, fácil, lo que se dice fácil, no es. ¡Pero para eso es santo.!
En fin, quiero seguir creyendo que lo que me dijo mi amiga de que no necesitábamos al santo, pero el caso es  que Lola está soltera y yo también, aunque eso sí, y que se entere San Antonio, tengo perrito que me ladre, que eres tú, y desde luego, mi tiempo no lo estoy dedicando, de momento, a vestir santos como dicen en esta tierra a las que no hemos pasado por la vicaría.
Bolita , ládrame, ládrame, ládrame porque si no, si quieres pelotita en el parque, te la tendrás que llevar y tirar tu mismo. ¡ Oye, ven, vuelve aquí, ládrame  peludo desagradecido!
Sherezade

05 junio 2011

SI YO QUISIERA



Si yo quisiera

Cegaría de colores tu locura
Y sembraría de ilusiones tu camino
Más la muerte del amor mató la duda
Al mostrarme tu condición de mezquino

Si yo quisiera

Tu apellido labraría con borrones
Y tu nombre tan glorioso escribiría
Con la tinta de la sangre de mi ira
Que tiñe  la pluma de vergüenza que no escondes

Más no quiero

Porque si tu vida está sembrada de amargura
Que te somete a la mentira y la perfidia
En la mía sólo cabe la espesura
Del amor entrelazado a la alegría

Si yo quisiera

Te regalaría el verso de la vida
Y tus noches colmaría de sabores
Dulces como la miel de las orquídeas
Ciertos, como que tras el día va la noche

Más no quiero

Besar besos que me inundan de pesares
Dar abrazos que sustraen mi energía
Oír “te quieros” disfrazados de reproches
Confundir ,de nuevo, el sufrimiento con la vida

Si yo quisiera

Bajo un palio de estrellas sentirías
El calor de tu cuerpo sacudido
Al trasvasar mi  pasión a tu sequía
Enredando mi alma a tu destino

Más no quiero
No me insistas
Tú, simbolizas muerte
Yo represento  vida

Sherezade